
¿Qué es la Movilidad Social Ascendente?
OpinionEl Secretario General de la Federación Universitaria Tecnológica, Giuliano Falconnat, recorre orígenes familiares para plantear el desafío de la formación en educación como un tópico ineludible en la idea de progreso. Cómo redireccionar los objetivos y desenterrar mitos.
Este concepto, si bien suele escucharse a menudo en los medios de comunicación, rara vez es abordado con la profundidad y la importancia que merece.
Para algunos resulta algo utópico y, para otros, una necesidad para el desarrollo.
Si nos remitimos a su definición, la movilidad social consiste en cómo se desplaza un individuo, una familia o determinado grupo desde el punto de vista socioeconómico. Entonces, con movilidad social ascendente nos referimos a un progreso, un crecimiento dentro del status social.
Particularmente, este término me toca de lleno por dos cuestiones:
-En primer lugar, por mis orígenes. Hijo de padres obreros, nieto de un diariero y una ama de casa, soy la primera generación en la familia que accede a la educación Universitaria. He sido testigo en carne de propia, de cómo la familia accedió, con el paso de los años, a un mayor nivel de formación y a mejores oportunidades.
-En segundo lugar, por la institución donde me toca desarrollarme. La UTN, nace en 1948 como Universidad Obrera Nacional, con el desafío y la voluntad política de capacitar a los trabajadores, de brindar herramientas teóricas a quienes ya tenían el conocimiento práctico.
La combinación de estos dos factores, la educación que recibí en el hogar con la que recibo por parte del Estado, lo que pasaba puertas adentro de mi casa, con lo que veo a mi alrededor, me llevó a estudiar en profundidad este concepto.
La movilidad social, lejos de ser una utopía como muchos creen (o a muchos les gustaría que sea), es un pilar fundamental para el desarrollo de las economías regionales y la liberación de los pueblos. El acceso equitativo a las oportunidades actúa como un antídoto ante los problemas estructurales de la sociedad (hambre, pobreza, alfabetización, desempleo, etc.).
La movilidad social, lejos de ser una utopía como muchos creen (o a muchos les gustaría que sea), es un pilar fundamental para el desarrollo de las economías regionales y la liberación de los pueblos. El acceso equitativo a las oportunidades actúa como un antídoto ante los problemas estructurales de la sociedad (hambre, pobreza, alfabetización, desempleo, etc.).
Aquellos que logramos, a pesar de comenzar con algunas comodidades menos que otros, alcanzar cierto nivel de formación, competencias y conocimientos, ponemos en evidencia dos cuestiones:
-Por un lado, la necesidad de contar con herramientas de apoyo. El Estado debe ser capaz de equilibrar las desigualdades. Hoy en día vemos un sistema educativo que tiene sus fortalezas, sobre todo a comparación de otros países de Latinoamérica, pero que continúa premiando al mérito (por ejemplo, elige al mejor alumno según el promedio de las notas) y no pondera la brecha de crecimiento del estudiante, en base a sus posibilidades y a su entorno, constituyendo un verdadero indicador de aprendizaje.
-Por otro lado, la falta de validez del discurso meritocrático. Como dijo Joseph Stiglitz “el 90% de los que nacen pobres mueren pobres por más inteligentes y trabajadores que sean, y el 90% de los que nacen ricos mueren ricos, por más idiotas y haraganes que sean”, una fenomenal frase que pone en jaque la versión de que “si uno quiere, puede”.
Con esto no quiere decir que uno desprestigie el esfuerzo, ni le quite mérito a quiénes alcanzan el éxito, pero es menester que entendamos que eso no alcanza.
Tiene que haber un equilibrio entre la teoría y la práctica, una sinergia entre el esfuerzo y las oportunidades, una perfecta armonía entre el individuo y su entorno, donde el Estado debe oficiar de garante de esos derechos.
Animémonos a dar el debate. Abracemos la movilidad social ascendente como una causa colectiva, dejemos de ser espectadores de las necesidades para convertirnos en artífices de nuestro destino.
