
Los ingenieros en las necesidades del país
OpinionEl Secretario de Políticas Universitarias repasó cómo fueron los primeros pasos de la ingeniería como formación académica y qué fueron aportando al país esos primeros graduados de hace 150 años en materia de obras fundamentales para la Nación.
En 1865, el rector de la UBA Juan María Gutiérrez decidió crear la primera carrera de Ingeniería en la Argentina. Hasta ese tiempo, no había ingenieros argentinos en el país. Hacía un tiempo se había graduado Prilidiano Pueyrredón, pero se había graduado en Francia.
Por ello, convocó a tres profesores italianos: Bernardino Pelussi (naturalista), Pellegrino Strobel y un matemático e ingeniero civil, Emilio Rosetti, de solo 26 años. Esos ingenieros Italianos, entre ellos, dictaron las 18 materias del plan de estudios. Dictaban la carrera que empezó en 1866, con 12 inscriptos (conocidos como los 12 apóstoles): Valentín Balbín, Adolfo Büttner, Jorge Coquet, Luis A. Huergo, Francisco Lavalle, Carlos Olivera, Matías Sánchez, Luis Silveyra, Miguel Sorondo, Zacarías Tapia, Guillermo Villanueva y Guillermo White.
En 1870 se gradúa el primero, Luis Huergo: tenía 32 años. Fue el primer ingeniero graduado en la UBA y en el país. Huergo realizó proyectos de ingeniería vinculados a la consolidación de la ingeniería como una Nación, la canalización de los río Tercero, Cuarto y Quinto para incrementar el caudal del Salado. También coordinó las obras del Ferrocarril Pacífico de Buenos Aires a Villa Mercedes, el Puerto de San Fernando. Fue Ministro de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires, fue profesor, Decano por tres períodos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. También fue cofundador y presidente del Instituto Geográfico Argentino del Centro Nacional de Ingenieros.
En 1870 se gradúa el primero, Luis Huergo: tenía 32 años. Fue el primer ingeniero graduado en la UBA y en el país. Huergo realizó proyectos de ingeniería vinculados a la consolidación de la ingeniería como una Nación, la canalización de los río Tercero, Cuarto y Quinto para incrementar el caudal del Salado.
Los 12 apóstoles -en sus tesis- estuvieron vinculadas a fortalecer la Nación, por eso abordan cuestiones de la navegabilidad de nuestros ríos, la infraestructura vial, la infraestructura de las ciudades y la infraestructura ferroviaria del país.
Entre 1867 y 1868 hubo dos brotes de cólera en Argentina. Se desató un contagio de fiebre amarilla, pero llegó en 1871 la epidemia de fiebre amarilla. No se conoce con precisión el origen de estos brotes pero muchas fuentes lo vinculan a la Guerra del Paraguay ocurrida entre el 64 y el 70.
Una serie de agravantes potenciaron su propagación local, la ciudad no contaba con agua potable, red cloacal, y un alto porcentaje de sus habitantes vivían en condiciones de hacinamiento. Valentín Balbín, uno de los 12 apóstoles, analizó en su tesis el limitado alcance de las obras de agua corriente hasta ese momento en la ciudad de Buenos Aires, estudió los métodos más convenientes para la purificación de agua de río de la Plata.
Luis Silveyra, en su tesis, trazó una mejora de la vía pública de la ciudad de Buenos Aires, señalaba que las calles porteñas no contaban con un sistema de desagüe pluvial y que los charcos eran uno de los principales focos de mosquitos que trasmitían la fiebre amarilla y otras enfermedades.
Guillermo Villanueva creó la comisión de Salubridad y se extendió el suministro de agua potable a toda la ciudad, incluyendo obras cloacales. Se construyó el gran depósito de distribución de Avenida Córdoba, se realizaron 5 conductos pluviales, se estableció el gran sifón de la cloaca máxima baja del Riachuelo. De este modo, se logró reducir la mortalidad de la ciudad de 30 a 15 por 1.000 habitantes y las epidemias desaparecieron casi por completo.
Esto es un valor de los ingenieros en la vida cotidiana de nuestra gente que hoy también está en discusión: el hacinamiento, la vida en casas muy chicas, los asentamientos son focos de reproducción de la pandemia que vivimos hoy. Y hay un desafío.