El cerebro de ayer en el mundo de hoy: ¿cómo nos afectan las redes sociales?
Noticias . Opinion5 de septiembre 2022Las integrantes de Anti Fake News escriben sobre las condiciones de hoy que impactan en nuestro cerebro. Las emociones, las nuevas prácticas y cómo se adapta esto. Lo explicó también Sole en nuestro programa de C5N.
Por Ayelén Milillo (*) y Sole Gori (**)
Editada por Ezequiel Petrillo y Florencia Sabb
¿Alguna vez te preguntaste qué es una emoción? Una emoción es más que ese picor en los ojos y esa voz quebrada. Es mucho más que algo que sentimos cuando amamos o nos enojamos. Hace miles y miles de años que las emociones nos acompañan y se han conservado en nuestro linaje evolutivo porque nos resultan beneficiosas. Las emociones consisten en pautas de respuestas fisiológicas y conductas típicas de especie. Son los objetivos útiles de las conductas emocionales los que han guiado la evolución de nuestro cerebro (los sentimientos entraron en juego bastante más tarde).
Una emoción es una respuesta automática ante estímulos del ambiente que nos permite actuar rápidamente, tomar decisiones y hasta interactuar con otras personas. Son circuitos de supervivencia alojados en nuestro cerebro y que, expresadas o no, allí están. Han sido vitales para la evolución humana, y se cree que sus orígenes son mecanismos básicos neuronales del tipo “castigo y recompensa” que presentan los animales (¿alguna vez oíste hablar del perro de Pavlov? y de la caja de Skinner? Googleá y sorprendete!).
Las emociones humanas nos han proporcionado una mayor adaptación al medio, una mayor capacidad de supervivencia y tienen incluso una dimensión social. Son universales, no son culturalmente aprendidas. Acá o en la China, una sonrisa nos remite a la alegría y un ceño fruncido al enojo (ya viste Lie to me?). La expresión facial, la postura corporal, las palabras y el tono de voz están conectados biológicamente con las emociones.
Pero, ¿qué pasa cuando nuestro cuerpo no responde como se espera a las emociones, cuando no podemos controlarlas o cuando nos desbordan?
El problema apareció cuando el estrés se volvió un estado crónico. Antes, se resolvía rápidamente; ante el peligro, el animal percibía y su cuerpo reaccionaba: lograba escapar o moría. Fin de la historia. Con la evolución del humano y los cambios en el ritmo y estilo de vida, se generó un desbalance en esta respuesta.
¿Estrés, ansiedad o miedo?
El estrés es un mecanismo fundamental en la historia evolutiva de las especies animales para sobrevivir ya que hace millones de años que nos prepara para la huida o la lucha ante la aparición de potenciales depredadores.
El problema apareció cuando el estrés se volvió un estado crónico. Antes, se resolvía rápidamente; ante el peligro, el animal percibía y su cuerpo reaccionaba: lograba escapar o moría. Fin de la historia. Con la evolución del humano y los cambios en el ritmo y estilo de vida, se generó un desbalance en esta respuesta. Los trastornos derivados de excesos de respuesta al estrés se volvieron uno de los problemas de salud mental más relevantes de nuestra época.
El miedo y la ansiedad son dos emociones asociadas al estrés y muy relacionadas aunque distintas. El miedo tiene que ver con el tiempo presente; es una especie de alarma primitiva que nos prepara para la acción ante un peligro inminente. La ansiedad en cambio es una respuesta direccionada al futuro. El peligro no es inminente pero tenemos gatillados todos los mecanismos que nos hacen escapar o luchar. El peligro está distante pero nosotros ya estamos preparados, a la espera.
Estas respuestas están comandadas por el sistema nervioso simpático. Este sistema, lejos de ser “simpático” (cuak), nos genera un combo de respuestas automáticas en nuestro cuerpo que nos hacen sentir no muy bien: el corazón bombea rápido y fuerte para llevar sangre a los músculos (ya sea para escapar o para luchar), respiramos más rápido y hondo para oxigenar mejor nuestra sangre lo que puede marearnos, los músculos se tensan, sudamos frío, se nos seca la boca. El cuerpo se prepara para la lucha o la huida y toda nuestra sangre se va del sistema digestivo hacia el muscular y aparecen las “mariposas” en la panza. También ante una situación de miedo, abrir los ojos nos ayuda a que nuestro campo visual y nuestra sensibilidad ocular se amplíen y podamos identificar el peligro que nos rodea. Lo más interesante es que lo reconocemos como una conducta asociada al miedo cuando la vemos en otras personas. Sin embargo, esto no es una regla: otras personas tienden a cerrar los ojos para dejar “atrás” el estímulo (sí, adivinaste, esta conducta no sería muy beneficiosa para la especie).
(*) Bioquímica y técnica química egresada de la UNLP. Docente de la cátedra de Microbiología General de la facultad de Cs. Exactas de la UNLP. Becaria post-doctoral de CONICET en el área de Inmunología de enfermedades infecciosas. Integra Ciencia Anti Fake News,
(**) Columnista DEC. Bióloga y doctora de la Universidad de Buenos Aires. En su doctorado y postdoctorado se especializó en Inmunología. Es Investigadora Asistente de CONICET y docente del Departamento de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Miembro del Comité Docente de la Sociedad Argentina de Inmunología y de la Comisión de Género del Departamento de Química Biológica, FCEN, UBA. Pertenece a la agrupación CienciaNuestra y de trabajadoras en CyT “Las Curie”. Fue parte de la Red Federal de Afectados de CONICET, creada frente al ajuste en CyT desde 2015 a 2019.