IAs generativas: cómo transforman los procesos educativos en la universidad
NoticiasLa incidencia de esta nueva tecnología en el mundo de la educación trae un sinfín de interrogantes. Una investigación doctoral de la CIC en La Plata busca indagar en este fenómeno mundial. Muchas preguntas y dos certezas: “No hay que demonizar ni romantizar la tecnología. Hay que jugar y explorarla”.
Un estudiante universitario recibe un parcial o trabajo práctico domiciliario para resolver en una semana y aprobar una materia. Durante cinco días trabaja, cursa otras materias y un día antes de la fecha de entrega pasa un prompt (instrucción) a ChatGPT con las preguntas del trabajo académico y le pide que las responda. Luego copia y pega ese texto generado con Inteligencia Artificial en un Word y lo envía al docente para aprobar la materia.
Las respuestas que genera una IA generativa estarán bien escritas, quizás respondan en menor o mayor medida la consigna propuesta. La persona docente, si conoce la escritura del estudiante, es probable que descubra que no fue él quien lo redactó. Sin embargo, la consigna fue respondida y el trabajo entregado. ¿Está bien o está mal lo que sucedió? ¿Es correcto?
Las Inteligencias Artificiales ya son parte de nuestra vida y esta anécdota es frecuente entre las y los docentes. ¿Cómo distinguir si quien escribió fue el estudiante o la IA? ¿Cómo está impactando la IA Generativa en la educación superior? ¿Es posible incorporarlas a la educación como un instrumento más?
En la Provincia el tema no pasa desapercibido. En el Instituto de Investigaciones en Comunicación de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP la becaria doctoral de la CIC Melina Pereyra tiene como tema de tesis el impacto de las IAs en las trayectorias educativas de esa casa de estudios. Por supuesto, ella usa IAs para su trabajo de investigación: cuenta que usa Perplexity, y señala sus bondades para citar la fuente del contenido que genera.
Cuando Melina obtuvo la beca doctoral de la CIC en la convocatoria 2022 su idea inicial era estudiar las trayectorias educativas en estudiantes universitarios. El comienzo de su trabajo de investigación en 2023 coincidió con la irrupción de las Inteligencias Artificiales Generativas (también conocidos como modelo de lenguaje generativos) tales como Chat GPT. Vio que las y los estudiantes estaban utilizando estas herramientas y que las dinámicas de aprendizaje en las cursadas estaban cambiando.
“Hoy en día conviven una mirada apocalíptica y otra romantizadora sobre esta tecnología. Mi postura es: ni una cosa ni la otra”, asevera la doctoranda en comunicación y añade: “La clave es qué uso le damos y cómo lo problematizamos. Hay que jugar y explorarla para entenderla”.
Melina define a la IA Generativa como una metatecnología. “Se les llama así a aquellas tecnologías que son aplicables a múltiples ámbitos, con un propósito general”, explica. “Por donde se te ocurra la IA generativa encuentra un lugar en el mundo del trabajo: en la docencia, en la medicina, en las ciencias sociales”, asevera y subraya la necesidad de estudiarlo desde un abordaje interdisciplinario.
Al igual que gran cantidad de profesionales e investigadores,Melina utiliza I.A. generativa para su trabajo, pero lejos está de hacer a un lado los libros. Sobre su escritorio en el Instituto de Investigaciones en Comunicación de la FPyCS – UNLP danzan ediciones de “La Inteligencia Artificial o el desafío del siglo” de Eric Sadin, “Tecnoceno: algoritmos, biohackers y nuevas formas de política” de Flavia Acosta y “OK, Pandora” de la editorial de El Gato y la Caja. Son algunas de las obras que forman parte de la bibliografía de su investigación.
La IA y la educación universitaria
“La posición sobre la IA debe ser la misma que con otras tecnologías: no negarlas, sino intentar comprenderla para ver sus potencialidades y sus peligros; no hay que demonizarla ni tampoco creer que nos va a salvar. La postura debe ser crítica“, explica Melina.
La historia más común es la del estudiante que busca aprobar respondiendo consignas con IA; sin embargo a partir de focus groups, la becaria doctoral encontró que las y los estudiantes suelen darle un rol de “tutoría personalizada” a esta tecnología: “La usan por ejemplo cuando no se les ocurren títulos para los trabajos; o para hacer un resumen del resumen, o si algún autor que el docente explicó no se terminó de entender del todo”.
También hay casos de estudiantes que tienen una mirada más negativa de esta tecnología y prefieren directamente no usarla. “En ocasiones le tienen desconfianza e incluso miedo por el tema de los datos personales que obtienen. Ven que el desafío está en que sea una herramienta y no nos domine”, afirma y agrega que también aparece la desconfianza a la tecnología por ser contraproducente con el aprendizaje. “Ese es un temor que comparten mucho los docentes: que no haya pensamiento crítico”.
Sin embargo la doctoranda subraya que “de ningún modo una IA va a reemplazar el espacio de construcción de ciudadanía que es un aula y que es la educación”. “Si va a ser fundamental incorporar el aprendizaje de uso de IAs a los procesos educativos. Así como en su momento se incorporaron las computadoras o los celulares ahora va a haber que incorporar esto. Y esto no va a desterrar al libro para nada”, expresa.
“Algo que quizás tardas media hora en hacerlo, la IA generativa lo hace en 2 segundos. Eso algún beneficio tiene que tener”, rescata y agrega que sería bueno “incorporar los aprendizajes de chequeo de información y fuentes desde las escuelas y universidades para formar ciudadanas y ciudadanos críticos con la información que circula”.
Para concluir, Melina resalta que será fundamental el rol del Estado en el debate para impulsar la producción de conocimiento soberano. “Para eso necesitamos más y mejor Estado; más y mejor inversión; más becas, más programas. En algún momento vamos a discutir una ley para regular esto y tenemos que estar preparadas y preparados para cuando llegue ese momento. Hay que preguntarse para qué y por qué se buscan estos desarrollos”, afirma.
El futuro llegó: el extraño y nuevo mundo de las IAs
El vínculo entre las personas y las tecnologías es complejo desde que la humanidad existe. Hace 70 años la energía atómica representó a la vez una gran oportunidad y una amenaza para la propia existencia de la especie humana. Hoy el desarrollo de inteligencias artificiales presenta un desafío en un sentido similar. Son ante todo una tecnología muy joven y que avanza a pasos agigantados. Incluso más que lo que fueron internet y las telefonías celulares. Sus alcance, sus potencialidades y sus peligros no se alcanzan a dimensionar.
“Hay autores que ya hablan de una cuarta revolución industrial a raíz de esto. En general las IAs que trabajan con el lenguaje suelen dar respuestas más precisas y fidedignas cuanto más específicos sean los prompts (instrucción)” afirma la becaria CIC en la UNLP..
Aunque no se dimensione, las “nubes” de almacenamiento de datos y softwares de IAs se almacenan en lugares físicos. La nube está hecha de cableado y energía eléctrica en las cuales unas pocas empresas ofrecen el servicio de proveedores y mantienen la infraestructura para los servicios de computación en la nube. Estos oligopolios son Amazon Web Services (AWS), Microsoft Azure y Google Cloud Platform.
“Estos sistemas de grandes cableados necesitan de tierra despoblada y clima muy frío para que las computadoras funcionen y se mantengan a baja temperatura. Por esta razón estas computadoras se ubican en los países nórdicos”, explica la doctoranda de la CIC y advierte un debate que podría avecinarse los próximos años en el país: “La Patagonia argentina es un lugar ideal para instalar este tipo de data center“.
“La IA es también un certificado de poder”, asevera la becaria doctoral. “Los que las pueden desarrollar son empresas de países desarrollados. Hombres blancos de Silicon Valley”. Se trata de pocas empresas de países desarrollados que tienen la capacidad de desarrollar esto. Poder crear IAs es una capacidad en sí misma y demostración de poderío de un país. Algo similar a lo que pasó en otra época con la energía nuclear.