Las pandemias en clave histórica
Entrevistas28 de agosto 2020Felipe Pigna es uno de los historiadores más prestigiosos del país y ha sabido encontrar un método de divulgación accesible para aquellos que quieran comprender los por qué del pasado y que inciden en la forma en que nos desenvolvemos hoy.
Por estos días, trabaja en los detalles de un libro que se meterá en Carlos Gardel, nuestro emblema tanguero, y que ganará una calle encuarentenada en el mes de noviembre.
En una pausa de domingo, habló en exclusiva para Desde el conocimiento en Radio 10.
¿Cómo ves la historia en el valor para la vida cotidiana, un valor del conocimiento transformador?
Yo creo que es un elemento central, un elemento de enseñanza, como decía Cervantes en “El Quijote”: maestra del espíritu humano, donde debería servirnos para consolidar lo que hicimos bien y para no repetir lo que hicimos mal. Es algo fundamental. Si no sabemos de dónde venimos, no sabemos a dónde vamos, creo que tiene que ver también con la construcción de identidad, con muchas cosas fundamentales, me parece central -no porque sea mi disciplina-, pero creo que es fundamental la historia.
De lo que ahora hablamos es de volver a una nueva normalidad, es rara la frase porque volver a algo nuevo no se vuelve…
Redundante y rara, exactamente
¿Qué pasa con la historia y la nueva normalidad? ¿Que será la nueva normalidad?
La historia está muy atenta, por lo menos estoy muy atento a todos estos cambios, a este mundo tan convulsionado, tan complicado en muchos casos. Y, por otro lado, las cosas que se van cayendo, como la monarquía en España. Ojalá que esto sirva para que la gente se dé cuenta de lo que significa mantener un rey y todo este tipo de cosas.
Pero vamos viendo un mundo raro, un mundo complicado donde se están activando odios. Pero también veo mucha gente haciendo mucha acción solidaria, muy preocupada por los demás. Uno está haciendo como un registro de esto, como una especie de diario de la peste y me parece que eso es lo que está haciendo la historia. La historia es recordar un poco como fueron las pestes anteriores, recordar las pandemias anteriores de las cuales -por supuesto- se salió. Y, en general, se salió con un análisis y un mejoramiento de lo que eran las condiciones sanitarias, y aprendiendo.
“Esta deshumanización que estamos viviendo es realmente complicada. Tenemos que apuntar desde las universidades a rehumanizar un poco”.
Recordando la Fiebre Amarilla de los 70 y la gripe española…, ¿hubo también nueva normalidad, se planteaba eso mismo?
Distinto, porque no había esta rapidez de difusión que tiene el virus hoy en día con los vuelos, los viajes y el intercambio de personas tan rápido, era un poco más fácil por ahí. Por ejemplo en Buenos Aires (esto fue en 1918) se detectó cuarentena de barcos y se puso un control estricto, porque era una peste que claramente venía de afuera. Pero también se le dio mucha importancia a mejorar y ampliar el sistema sanitario después.
A Europa, la peste la sorprende finalizando la Primera Guerra Mundial con los sistemas hospitalarios completamente colapsados: habían tenido 10 millones de muertos con la guerra y cientos de miles y otros tantos millones de heridos, entonces no había sistema hospitalario que aguanten ni en Estados Unidos ni en Europa. Tuvieron que reinventar un sistema de salud, particularmente Gran Bretaña, que es un poco modelo del sistema de salud estatal, un sistema de salud integral que se desarrolla primero en Inglaterra y luego en muchos países. Comienza también una inversión importante de medicina, laboratorio, búsqueda de remedios, ahí aparece la penicilina en medio de esta búsqueda. Más que la nueva normalidad, lo que hay que buscar es la normalidad que no tenemos, y debería ser normal que el Estado se preocupe por la salud. Debió ser normal en todo momento.
Pero ahora hay doce hospitales nuevos…
Bueno, me refiero a que hoy se está haciendo todo lo que se puede, pero en un contexto muy difícil donde no se querían inaugurar hospitales, donde la salud pública había dejado de ser un Ministerio. Todas estas cosas se pasan rápido por alto y no lo son. Hicieron ensayo y error con la gente como en el Reino Unido: la teoría del rebaño. Después se fueron para atrás, pero en el medio murieron un montón de personas. Esta deshumanización que estamos viviendo es realmente complicada y me parece que tenemos que apuntar desde las universidades, desde los lugares de enseñanza a re-humanizar un poco.
Después de la fiebre amarilla en 1871, ¿cambia Buenos Aires?
Cambia completamente, también se divide socialmente porque queda muy marcada la zona más pobre, y los ricos se van de Barracas, Monserrat, San Telmo, que era el lugar del poder, el lugar cercano a la plaza de Mayo. Se van a Recoleta, Barrio Norte, Zona Norte del Gran Buenos Aires. Pero también es cierto que comienzan obras de saneamiento, las famosas obras sanitarias. Buenos Aires carecía de cloacas, agua corriente y eso ayudó mucho a que la peste se propagara. Entonces comienzan a tomar medidas de saneamiento, construcción de hospitales, un nuevo cementerio: “el de la Chacarita”, que nace en la fiebre amarilla, por la cantidad de muertos. Cerca de 14 mil, para una población de 160 mil habitantes, es decir, casi el 10 por ciento de la población muere. Muchísimos niños y una cantidad de afro descendientes, por una cuestión geográfica de ubicación de la peste que tuvo como epicentro San Telmo, Monserrat y que a principios se creía que se contagiaba de persona a persona. Pero era con la picadura del mosquito, el mismo mosquito del dengue. Hubo escenas de xenofobia, cosa también que es común a la pandemia. Primero es la búsqueda de culpables, después la paranoia, y después la negación. Son tres etapas que observan los estudiosos de las pandemias, esas son las tres etapas que se repiten de reacciones humanas frente a un fenómeno tan brutal como este.